Hasta hoy, salvo algún comentario esporádico, no había querido hablar de las criptomonedas. Entre otras cosas, por no conocer bien todos los aspectos que envuelven a este tipo de inversiones. Tras más de media vida en banca, uno aprende, aún en contra de sus responsables comerciales, a no vender aquello que no le venderías a tu madre, ya que, después de lo vivido con las Preferentes y con unas cuantas canas de experiencia a cuestas, lo que uno quiere es poder seguir mirando a la cara de sus clientes y que, ambos, podamos dormir tranquilos.
No quiero con ello decir que no sea una alternativa válida de inversión. Sería como decir que no invierto en tecnológicas porque no entiendo de robótica. No. Lo que sí quiero decir es que en los últimos años vivimos un boom, a mi entender desmesurado, de oferta de todo tipo de plataformas de inversión y monedas virtuales que no se sustentan con una equilibrada tasa de demanda. Cuando, cada día, al abrir mi correo electrónico me encuentro la bandeja de spam llena (normalmente más de 30 diarios) de mensajes en los que gente y empresas a las que no conozco de nada, me llaman por mi nombre y me dicen que tengo pendiente de cobrar 113.458 Euros de mi inversión en bitcoins que jamás realicé, cuanto menos, me coge cierta preocupación.
Así como también me preocupa toda esa gente que, atraídos por los cantos de sirena de presuntos amigos con presuntos beneficios, se lanzan a probar suerte en este opaco mercado. Sí, aquí también se estila el cuñado “enterado” que se ha forrado con las cripto pero sigue yendo con su coche de hace 23 años…
Y, peor aún, la cantidad de jóvenes que se juegan (literal) sus pocos ahorros en plataformas de inversión, animados por el continuo machaque de infoxicación al que nos vemos sometidos a diario. Yo siempre digo que para que alguien gane en este tipo de negocios, ha de haber muchos otros que pierdan. Y, nos guste o no, para que unos pocos ganen, hacen cualquier cosa, incluyendo controlar medios de comunicación con los que influir en nuestras decisiones, para hacer bailar los mercados al ritmo que a ellos les conviene. Hace varias semanas, Elon Musk, dueño de Tesla, anunció en Twitter que, tras hacerse con 1.500 millones de dólares en bitcoin, admitía dicha moneda virtual como pago para los compradores de un Tesla, noticia que hizo subir la cotización de ambos activos. Sin embargo, recientemente, Tesla se desdijo de la posibilidad de aceptar bitcoin como forma de pago. Paralelamente, hemos conocido que vendieron parte de sus bitcoins, generando estos movimientos unas ganancias de algo más de 100 millones. Mientras Musk cuenta billetes, muchos pequeños inversores entran estos días en pánico por el desplome del Bitcoin, arrastrando al resto de criptomonedas, ahondando hoy en su caída por la noticia de que el Banco Popular de China ha prohibido a la banca de ese país realizar cualquier tipo de operación con criptomonedas.
En alguna ocasión os he comentado cómo, de forma recurrente, clientes de perfil conservador me piden asesoramiento para invertir en criptomonedas. Y es que, los “plazofijistas” de toda la vida, ya no saben hacia donde mirar en busca de algo de rentabilidad. Pues miremos a donde siempre hemos mirado cuándo la economía nos ha necesitado: a las empresas. Si queremos apostar, apostemos por la economía real, la de esa Pyme que lo está pasando mal y necesita apoyo para tirar adelante esos buenos proyectos pre-pandemia. Apostemos por las empresas que cotizan, que tienen detrás personas (accionistas, empleados…) a los que rendir cuentas. Y sí, con tu dinero puedes hacer lo que quieras, faltaría más…pero recuerda aquello de que “nadie da duros a cuatro pesetas” (ufff, los jóvenes buscar a alguien que aún recuerde esas referencias). Yo sólo te digo, porque es mi obligación, que en mercados tan volátiles y sin regular como el de las criptomonedas, has de ir con la misma mentalidad que entrarías a un Casino: sabiendo qué capital estás dispuesto a perder y, sobretodo, que ese dinero no sea el que necesitas mañana. Y si sale bien, has de ser suficientemente hábil como para dejar que el último euro lo gane otro. Coge la pasta y corre…
¿Quedamos la semana próxima para otro café?