Esta semana te quiero (te debo) hablar de la parte, quizás, menos amable de la Planificación Financiera, pero no por ello menos importante. Y es que a nadie le gusta pensar en el día que falte…
Una correcta planificación no serviría de nada si no cubrimos esa contingencia. ¿Te imaginas poner en marcha un plan de ahorro mensual para que el día de mañana tu hija pueda acceder a una buena Universidad y que, por el camino, la persona que genera esas aportaciones fallece? Quizás con la situación actual somos más conscientes de que, por joven que seas, todos estamos expuestos a ello, y, por qué no, hemos “normalizado” hablar de estos temas y pensar en qué situación quedarían los nuestros si a ti te pasa algo.
Muchos me diréis que ya tenéis Seguro de Vida, la mayoría “forzados” al hacer la hipoteca (por cierto, te pueden obligar a hacer el Seguro de Vida, como una garantía más del préstamo, pero lo que no pueden obligarte es a contratarlo con ellos). Y está bien…pero insuficiente. El Seguro de Vida, como cualquier otra herramienta de planificación financiera, ha de obedecer a un propósito, y que si a ti te pasa algo el seguro cubra parte o toda la hipoteca, es bueno, sobretodo para el banco…pero, ¿eso le pagará la Universidad a tu hija?
Desdramaticemos los Seguros de Vida. No quiero amargarte el café, pero TODOS nos vamos a morir (ufff, por fin llamo a las cosas por su nombre). Entonces, ¿por qué no intentar dejar el futuro de tu familia resuelto ante esa posibilidad? Estoy cansado de escuchar aquello de “una vez falte yo, los que vengan detrás que se apañen”. Vale, casi te lo compro, pero…¿y si en vez de morirte, te quedas tú incapacitado? ¿Quién tiene que asumir entonces económicamente esa carga? ¿la Universidad de tu hija?
Seamos realistas, la inmensa mayoría de los que estáis leyendo esto tenéis mejor asegurado vuestro coche que a vuestra familia. Vuestro coche…cuatro trozos de metal, mejor cubiertos que los tuyos. Da, cuánto menos, para reflexionar… “pero es que el seguro del coche es obligatorio…” SIN COMENTARIOS.
Pensar un poco. Todos conocemos alguna familia en la que, por desgracia, ha faltado uno de los progenitores. Espero que no sea tu caso. Antiguamente, los colegios te hacían “sí o sí” un seguro que permitía que, en esos casos, el alumno pudiera seguir con sus estudios, asumiendo el seguro el coste de los mismos. Tendemos a ver los seguros como un sobrecoste (más con los personales que con los que aseguran objetos, es curioso…) hasta que en nuestro entorno vemos alguna situación en la que, el tener o no un seguro de vida, ha marcado la subsistencia de una familia.
Acostumbrémonos a destinar una pequeña parte de nuestro ahorro o de nuestra inversión a cubrir ese tipo de imprevistos. Como en otros ámbitos de la planificación, cuánto antes lo asumas, lo normalices y lo resuelvas, menor será el esfuerzo y el impacto en tus finanzas. Por desgracia, cada vez es más frecuente que me contacten para contratar un seguro de vida después de una visita médica con incierto pronóstico. Y, llegado ese punto, se hace muy difícil (y más costoso) la emisión del Seguro. Por eso es importante afrontar hoy, por muy desagradable que sea, el tema y valorar la tranquilidad que te aporta el dejar resueltos futuros problemas. ¿O es que nadie se acuerda de cuándo venía “el de los muertos” a cobrar el recibo del seguro de entierro que, aún a fecha de hoy, muchas familias llevan pagando religiosamente toda la vida?
Feliz Vida para ti y los tuyos.
¿Quedamos la semana próxima para otro café?