¿Eres de los que te pones nervioso cuando ves que tu inversión evoluciona negativamente? Es humano, a nadie nos gusta perder. Pero si eso te llega a quitar el sueño, posiblemente no has sido bien asesorado.
Desde hace ya 13 años, existe MiFID, una normativa europea que pretende ser de protección al inversor, al que, mediante un sencillo test, se determina si se trata de un inversor profesional o minorista y se perfila, en función de su aversión al riesgo, pudiendo ir desde un perfil conservador hasta arriesgado, pasando por intermedios a los que suelen dar diferentes nombres (equilibrado, moderado, prudente…). Asimismo, cada vez que se nos plantea una opción de inversión, este perfil servirá para decidir si, en función de las características del producto, éste se adecúa o no a nuestro perfil, bloqueando la posibilidad de invertir en productos complejos y de riesgo a personas de perfil conservador. Vamos, que lo que se intenta es que a la Sra. María, de 84 años, no se le pueda vender participaciones preferentes, como pasó hace unos años, atraída por un presunto tipo de interés muy por encima del mercado. Otra cosa es si a la Sra. María, pese a tener un perfil a priori conservador, le gusta, de vez en cuando “jugar” en bolsa ahora que no puede ir al bingo. Siempre se puede invertir “contra recomendación” bajo la responsabilidad, eso sí, del cliente.
Hasta aquí, parece buena medida. El problema, surge cuando los productos tradicionalmente más conservadores (depósitos a plazo o renta fija) no dan rentabilidad. Es ahí cuando nuestro asesor entra en pánico y se encuentra con el dilema de ser estrictos y asumir que con determinados clientes no va a poder contratar prácticamente nada o, la mejor opción, hacerle ver al cliente que el “bueno, bonito y barato” no existe y que, si queremos rentabilizar nuestros ahorros hemos de ir un paso más allá y abrir nuestras mentes a otras vías de inversión.
Y, a tenor del incremento de saldos en fondos de inversión, parece que, más por resignación que por convencimiento, los inversores lo han entendido.
Otra medida de transparencia que se ha implementado en los últimos años, consiste en poner una puntuación, del 1 al 7, a los productos de inversión en función de su nivel de riesgo, siendo el 1 el más bajo y el 7 el más alto. Y es aquí donde nos encontramos con agradables sorpresas. Contrariamente a lo que mucha gente podría pensar, vemos fondos que, pese a invertir mayoritariamente en renta variable, se les asigna un nivel de riesgo entre el 3 y el 5, o sea, en lo que podríamos definir como “riesgo moderado”. Esto se debe a lo que, para mí, es la clave a la hora de invertir: una adecuada diversificación y definición del periodo medio que permanecerá la inversión.
Yo siempre pongo el mismo ejemplo: si tienes 1.000 Euros y los inviertes comprando acciones del Banco X, tu inversión dependerá exclusivamente de la evolución de dicho banco. En cambio, si con esos 1.000 Euros inviertes en un fondo de renta variable, tu riesgo queda mucho más diluido al no depender de un valor sino de pequeñas participaciones en numerosos activos financieros, de diferentes sectores y áreas geográficas. Difícilmente, salvo casos excepcionales, todo el mercado financiero internacional cae en el mismo momento y con la misma fuerza.
¿Quedamos la semana próxima para otro café?